Hace unos meses saltaba la polémica en redes por uno de esos contenidos patrocinados que tanto se ven en los medios sobre un detector de metales con la siguiente frase: ‘Si quieres adentrarte en el mundo de la búsqueda de tesoros perdidos y metales antiguos echa un vistazo al detector de metales más vendidos y más barato de Amazon’. Detrás de esta frase a priori inocente, se esconde una problemática que lleva años afectando a los yacimientos arqueológicos de todo el país. Y es que lo de ir con tu detector de metales a ver qué encuentras puede parecer una tontería, pero además de ser delito le estás haciendo un flaco favor a la investigación. Así que aquí vengo yo a arrojar un poco de luz sobre la problemática del expolio y todo lo que hay a su alrededor.
No quiero que esto se convierta en un post sobre legislación pero es inevitable mencionar la Ley 16/1985 de Patrimonio Histórico Español que es la norma general al respecto, aunque pasa a ser supletoria si hay una legislación específica en la Comunidad Autónoma. En ella se define el expolio de la siguiente manera:
«se entiende por expoliación toda acción u omisión que ponga en peligro de pérdida o destrucción todos o alguno de los valores de los bienes que integran el Patrimonio Histórico Español, o perturbe el cumplimiento de su función social» (1)
Según esta ley y las diversas que aparecieron después a nivel autonómico el expolio está penado, así como adentrarse en yacimientos arqueológicos con detectores de metales o realizar excavaciones arqueológicas sin los correspondientes permisos. Entonces, ¿por qué es tan común todo esto? Pues por varias razones la verdad, primero de todo como un pitero (2) o un expoliador no realiza una actividad arqueológica (es decir, no tiene intención de investigar) no entraría dentro de esta legislación. También hay que tener en cuenta que no todos los yacimientos están perfectamente localizados, así que tampoco se le podría multar por entrar y realizar excavaciones en un yacimiento porque quizás no se tenía constancia de él. Pero lo más sangrante de todo es que muy pocas veces se puede demostrar de manera tajante que iba a la caza de piezas arqueológicas, por lo que se considera un encuentro casual y tampoco se penaliza. Total, que al final cae alguna multa, pero por norma general ni siquiera suelen ser ejemplares y todos acabamos perdiendo.
Hay mucha gente que dice «bueno tampoco es para tanto, mejor eso que se quede enterrado para siempre», gente como el iluminado del siguiente tuit (ya borrado) que hizo que más de un historiador y/o arqueólogo echara espuma por la boca:
Vuestro enfado es un «pa mi o pa nadie».
Las instituciones gastan menos en arqueología que Tarzán en trajes, los tesoros arqueológicos se pudren y vosotros estáis más preocupados de que alguien ajeno a vuestro gremio encuentre algo que de la falta de interés institucional.
Y ahora le voy a explicar a este señor y a todos los que piensan como él que esta actitud es de ser un cretino. Para empezar, el patrimonio arqueológico ES DE TODOS, no del señor que lo descubre ni del que lo compra para su colección privada. Cuando uno de estos piteros o el «erudito» del pueblo desentierran estos objetos y se los llevan a su casa no llegan al gran público. El pensar en los restos arqueológicos como «tesoros» es de una simpleza que asusta, y deja claro que la peña lo que busca es la pasta antes que todo lo demás, además de que este tipo de acciones privan a toda la sociedad de poder aprender de ellas y su contexto.
Y es que aquí es donde está la cosa, para la ciencia arqueológica actual el contexto que rodea al objeto es más importante casi que el objeto en sí. Todo lo que no se haya registrado en el momento en el que se excava desaparece PARA SIEMPRE, ya que cada entidad arqueológica es única e irrepetible (3). Y es que la prospección arqueológica tiene sus métodos, y si no se resumen en tener a 15 pavos con palas sacando tierra a lo loco mientras uno señores miran es por algo.
Gran parte de la información proviene de la estratigrafía arqueológica, es decir, el estudio de la superposición de capas o estratos de la tierra en el terreno con una finalidad arqueológica(4). Cada capa es de una época diferente, y gracias a ella se pueden datar los objetos que se encuentran enterrados.

Cuando se desentierra sin método esta estratigrafía queda alterada totalmente, haciendo muy difícil interpretar y detectar los estratos. Evidentemente a los expoliadores esto se la pela, y cuando extraen un objeto del suelo no tienen en cuenta ni la estratigrafía ni Cristo que lo fundó porque lo que les interesa es la pieza concreta. De hecho, suele ser habitual que durante la extracción destruyan todo lo que se encuentran que consideran sin valor, eliminando más información aún de la que ya se han cargado solo por hacer el boquete en sí. Y este es otro factor a tener en cuenta, por norma general esta gente no tiene conocimientos para conservar estas piezas una vez extraídas y evitar problemas como la aparición de sales y demás problemas. Pero no os fiéis de este simple historiador, hacedle caso a los expertos que afirman que:
«Hoy día, un objeto arqueológico, aislado, descontextualizado, incluso aunque llegue a ser considerado de gran belleza u originalidad, resulta escasamente valido para la investigación y, por lo tanto, para el cumplimiento de su acción social. […] El expoliador tal vez pueda llegar a obtener unas cuantas pesetas por el objeto conseguido; pero la sociedad nunca podrá recuperar ese trozo de su tiempo histórico»(5)
Por desgracia no existe una conciencia sobre la importancia de transmitir una idea del patrimonio no como un tesoro sino como una fuente de información más allá del objeto en sí. Y como muestra quiero recordar un caso que fue muy sonado y que deja claro perfectamente cómo funciona la movida en la mayoría de medios.
En 2015 apareció en Cuarto Milenio un fulano asegurando que había encontrado una pirámide en Cuenca. Iker Jiménez ensalzó el trabajo de gente como este señor como si fuera una especie de Indiana Jones actual, un ejemplo de curiosidad e investigación además de hablar de una larga tradición de «eruditos» que han descubierto cosas maravillosas. Por lo que sea el presentador pasó por alto primero de todo que eso era un delito y segundo, que este supuesto descubridor se ha cargado mucha información del yacimiento que no se va a poder recuperar jamás.
El tema fue muy sonado en su momento y Nacho Ares que asistió como invitado a ese programa se pronunció en contra de como procedió este hombre. Incluso parece que hubo un momento en el que el propio expoliador pidió perdón y dejó claro que no era manera de proceder, aunque se cortó del programa. Pero pese a las disculpas el daño estaba hecho, Iker Jiménez había ensalzado en la televisión nacional a un expoliador que había destrozado un yacimiento arqueológico.
Y como este hay mil ejemplos más de como estos ‘arqueólogos aficionados’ desentierran objetos que a veces salen a la luz o a veces desaparecen para siempre. Y encima hay que aguantar a auténticos cretinos que aseguran qué mejor eso que dejarlos enterrados. Eso, aparte de demostrar que la arqueología te importa tres cojones deja muy claro que lo que quieres es dinero y fama y no arrojar luz sobre periodos históricos o cualquier milonga que te inventes. Espero haber arrojado un poco de luz sobre las problemáticas que genera el expolio, un tema al que no parece que se le de importancia más allá del ámbito académico/profesional pero que afecta a toda la sociedad, ya que el patrimonio que se desentierra y se vende es de todos.
NOTAS
- Extraído de: El uso de detectores de metales en la legislación cultural española.
2. Así se conoce coloquialmente a los que buscan restos arqueológicos con detectores de metales.
3. Extraído de: El uso de detectores de metales en la legislación cultural española.
4. https://es.wikipedia.org/wiki/Estratigraf%C3%ADa_arqueol%C3%B3gica
5. Extraído de: Intervenciones y destrucciones: la gestión de la actividad arqueológica.
BIBLIOGRAFÍA
BENÍTEZ DE LUGO ENRICH, L. y SÁNCHEZ SIERRA, A., 1995, «EL FURTIVISMO ARQUEOLÓGICO, consideraciones legales y científicas sobre los hallazgos arqueológicos», Revista PH, Nº 12, Andalucía.
FERNÁNDEZ GÓMEZ, F., 1996, “De excavaciones clandestinas, mercado de antigüedades y publicación de ‘hallazgos’”, Complutum, Nº Extra 6, 2, Madrid.
QUEROL FERNÁNDEZ, M.A.,1995, “Intervenciones y destrucciones: la gestión de la actividad arqueológica”, Boletín de la ANABAD, Tomo 45, Nº 3, Madrid.
MORALES BRAVO DE LAGUNA, J., 2015, «La Guardia Civil y la lucha contra el expolio arqueológico», Cuadernos de prehistoria y arqueología de la Universidad de Granada, Vol: 25, Granada.
RODRÍGUEZ TEMIÑO, I., 2003, «El uso de detectores de metales en la legislación cultural española», Patrimonio cultural y derecho, Nº 7, Madrid.
-1998, «La actuación contra el expolio del patrimonio arqueológico en Andalucía», SPAL: Revista de prehistoria y arqueología de la Universidad de Sevilla, Nº 7, Sevilla.